Rotterdam, una ciudad que resurge de sus cenizas | Sobremesa

2022-10-11 17:12:32 By : Ms. Stella Lee

REVISTA ESPAÑOLA DEL VINO Y LA GASTRONOMÍA

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La ciudad holandesa de Erasmo es un crisol de vidrio y canales, restaurantes sincréticos y rooftops donde surgen huertos y soluciones sostenibles de lo más imaginativas.

Para muchos jóvenes, Rotterdam es la ciudad donde nació un pensador humanista que ha dado nombre a la beca y el garbeo más festivos de Europa; para los amantes de la arquitectura, un laboratorio de ideas burbujeante, con un downtown plagado de cristal, bancos y viveros de empresas; para sabuesos gourmet, un lugar distinto donde plantar azoteas sostenibles llenas de huertos que alimentan restaurantes de vanguardia. 650 000 habitantes y creciendo. 200 nacionalidades entre sus conciudadanos. Una cocina ecléctica inevitable dentro de continente artístico estupendo. Rotterdam ejerce de contrapeso de diseño y vida en la calle de su vecina la multitudinaria Ámsterdam, con una oferta culinaria que va en au­mento y donde se puede paladear y visitar sin tocar, apenas, un pie en la acera. Proliferan los rooftops, los sky bars, las huertas que tocan el cielo y que claman por lo sostenible, en un suelo ya de por sí inflacionado y yermo.

En el último lustro, una recua de jóvenes con imaginación e inversor celestial detrás se han echado al monte de la restauración y el alojamiento imaginativo. Dos ejemplos: en el Hotel not Hotel puedes revivir los cuentos de la niñez en habitaciones como la Piscina Vertical, la Casa de Caramelo o la del Reloj de Cuco (además de una oferta coctelera de mezcales y tequilas, incluso cerveza Corona de barril, tacos y antojitos); en el Heilige Boontjes Koffie te puedes tomar un estupendo café orgánico o un chocolate de comercio justo y si no tienes plan de pernoctación, en la parte superior de esta otrora comisaría puedes dormir en sus remozados calabozos. Porque este establecimiento atesora una historia dura con final feliz. Se levantó hace 160 años como escuela, fue cuartel de los nazis, hotel y conservatorio y desde mediados del siglo XX, comisaría. Echó el cierre y un educador social y un policía tuvieron la epifanía: montar un negocio para jóvenes en riesgo de exclusión y emplearles en el local (han pasado por aquí varios centenares). Para redoblar el calambur poético, las viejas mazmorras (con enormes y estupendos retratos de jóvenes que allí durmieron por vaya usted a saber qué delitos) están hoy disponibles en Airbnb como Penthouse Prison. El lavado de cara es un proyecto de Daan Bakker, del estudio Daf-architecten. Despojadas de toda amenity, junto a la cama, el excusado; una estantería con libros, nada de tele y una puerta metálica con goznes y ventanuco para que el agente de la autoridad vea que no te has fugado.

Aledaña, la calle Westersingel es un promenade de arte donde toparse con esculturas de Picasso, Rodin, Votruba o Carel Visser. Y al otro lado de la calle aguarda un irreverente Kunstwerk Santa Claus, obra de Paul McCarthy en 2005, ofrece al viandante un tremendo falo como regalo, siendo una de las estampas más posteadas de esta ciudad ganada al mar donde se retiró un mito del fútbol llamado Johan Cruyff. Como estandarte de los nuevos tiempos y con sus casi 40 metros de altura, espejea el Depot Boijmans Van Beuningen. También llamado Flower Pot (maceta) o simplemente The Pot, el reluciente edificio ejerce de depósito para más de 151 000 obras de arte, y guarda joyas de Van Gogh, Kandinsky, Rembrandt, El Bosco…En su azotea, destaca el verde de abedules, pinos y cubierta vegetal que asoma por su cornisa, en un intento de promover la biodiversidad, apaciguar el estrés de calor de la ciudad y la retención hídrica. Todo este compromiso lo ha hecho suyo el chef Jim de Jong en el restaurante Renilde, en la misma sexta planta de este museo contenedor de visita obligadísima. “Desde que he sido padre mis prioridades han cambiado, soy menos ambicioso. Así que este proyecto me llenaba. Por el día es un concepto casual para el visitante; pero por la noche, con el museo cerrado, puedo dar rienda suelta a mi creatividad con una cocina de producto y temporada, sobre todo vegetales”, explica De Jong, que fue mejor cocinero para la Guía Gault Millau, quien añade “en Rotterdam están pasando cosas excitantes, con muchos nuevos cocineros que aparecen, y cada vez más gente está dispuesta a pagar más por cenar bien, porque esta ha sido una ciudad de trabajadores, una ciudad muy portuaria. El precio medio de noche en Renilde es de 100 euros”.

Con los pies de nuevo sobre la tierra de esta metrópoli que fue literalmente arrasada por el fuego aéreo nazi, en el Het Nieuwe Instituut te detallan de qué va eso del Rooftop Walk del mes de junio, donde una alfombra de color oranje que va conectando edificios a 30 metros sobre el nivel del mar y sus canales. Aparte de este itinerario, para los amantes de las perspectivas y las panorámicas hay que reseñar el Fontein Rooftop, el Bistro Binnenrote (Biblioteca Central) y el gastrobar Elvy en el hotel nHow… Si se prefiere probar el queso de Rotterdam entre muchedumbre y buen ambiente, el Market Hall (MarktHal del omnipresente estudio MVRDV y su traje de cristal y cúpula cual alacena) promete bullicio y sabores de aquí y de allá, cuya cadencia discurre en paralelo los sábados al mercado callejero aledaño. Entre las aguas del Rin y el Nuevo Mosa sucede el vibrante ritmo de una ciudad a caballo entre las finanzas y el placer, entre la historia dramática y el horizonte más esperanzador. ¿Cómo no dejarse caer por las casas cúbicas, Kubuswoning, de Piet Blom presentes como pirueta estructuralista en la Historia del Arte? ¿Cómo no tomar un almuerzo rápido en el restaurante art nouveau New York en el edificio de la Holland Amerika Lijn, donde se despedían a los inmigrantes que partían hacia lo que se dio en llamar Nueva Ámsterdam? Indispensable también darse una vuelta por Katendrecht, el barrio de moda en cuanto a bares y terrazas y subir las escaleras del que fuera edificio más alto de Europa decenios ha. La azotea del Witte Huis se encarama 43 metros sobre el suelo y deja unas bonitas fotos en el móvil sobre el distrito marítimo. Los hitos arquitectónicos son menú apetitoso (Station Central, Puente Erasmus, Fábrica van Nelle), al tiempo que se da cuenta de una cocina fusionada, que habla de colonialismo, mestizajes y nuevos tiempos (Dodo, Héroine, Joelia, NY Basement, Ayla, Brasería Nieuw Noord…). Como espuela, una de las más estimulantes aperturas no se halla en las alturas, sino en la clandestinidad. El OX es una especie de speakeasy de cóctelería inspirada en el zodiaco chino que acontece a la luz de las velas (la ubicación real de OX se revela tras confirmar la reserva) y sobre todo un restaurante oriental formidable. Ox remite a esa traducción que versa que “todo trabajo duro tendrá su recompensa”. Y en Rotterdam han dado el callo denodadamente para levantar una ciudad de sus cenizas y elevarla a otro nivel.

Esta es la opinión de los lectores, no la de este medio.

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